La decoración del ábside de la capilla de santa Catalina de la Seu d’Urgell supone la frontera entre dos épocas de la historia de la pintura medieval catalana. De hecho, pertenece a un momento de transición entre la larga pervivencia del románico tardío, fuertemente influenciado por el componente bizantino del estilo 1200, visible por ejemplo en las pinturas de Sant Esteve d’Andorra o en la actividad del Maestro de Lluçà, y la incipiente introducción del gótico lineal.
Es precisamente la huela gótica de la miniatura parisina de la época de san Luis (1226-1270) lo que da al conjunto una verdadera personalidad. Es innegable la afinidad con las imágenes de las primeras biblias moralizadoras, de figuras alargadas y elegantes. También son similares algunos aspectos de la moda, como el principesco y muy parisino manto abrochado con forro de piel que lleva santa Catalina en la escena de la Disputa.